24 de febrero de 2012

Un tipo muy grande


Estas son las cartas (1,2) que este tipo le ha escrito a Camps. No sólo es que sean brillantes, es que tiene razón, son oportunas al momento que vivimos.
Invirtiendo la frase de Talleyrand "es mejor que una queja, es un acierto".
Le voy a mandar un mensaje agradeciéndole las cartas.
Seguramente el impresentable de Camps no las leerá nunca y si las lee no las entenderá, pero a mí al menos me sirve para ver que somos muchos los que opinamos así (sólo hay que ver la repercusión en la red que ha tenido)  y que más gente cree y desea que sea posible otro modelo de sociedad.
Apostaría a que hay más inteligencia aplicada en esas breves cartas que en la muy extensa tesis de Camps, que dudo que se haya tomado la molestia de leer.

Ojalá algo como esto sirva de catalizador, de singularidad, que haga saltar la chispa de una revolución o al menos de un cambio importante.
Toda la carta es buena pero tiene momentos colosales, conseguir dotar de humor a algo tan lamentable, mientras denuncia las tropelías de esta gente es difícil.

Y es que si se resume, es un absurdo completamente inverosímil pero a la vez real. Un tipo que ha endeudado su comunidad autónoma no sólo mucho más allá de los límites razonables, si no mucho más allá que las más desquiciadas de las comunidades. Un tipo cuya gestión deja como herencia un ruinoso contrato para la Fórmula1 y otro de copa América, un aeropuerto que no se puede usar, una televisión pública absolutamente desproporcionada, y toda una lista de gastos innecesarios que han llevado a la ruina a los valencianos, y todo esto dentro de lo absolutamente legal, sin entrar a considerar los, para mí, evidentes, trapicheos (porque creo que es la palabra que merece) que se lleva entre manos y de los cuales un jurado le ha absuelto. Y todo esto en este país no sólo no es suficiente para causar una revolución, es que se les vota de nuevo y además ganan las elecciones. Esto marcará un hito en la historia de idioteces colectivas de este país y eso es poner el listón muy alto porque somos herederos de los que destruyeron el país, y anularon nuestras posibilidades de entrar en la revolución (industrial, científica, política…) para expulsar a los afrancesados y volver a poner un monarca absolutista, y herederos también de los que unos cien años después se volvieron a cargar el país para matarse entre ellos (y eso ya no nos pilla tan lejos porque al menos en mi caso son mis abuelos).

Lo cual me lleva a volver a quejarme del país de borregos anestesiados que somos. Y es que últimamente he tenido que coincidir con elementos que creen que no hace falta que los niños estudien, que “total para acabar de celador... no hace falta estudiar”; con gente que hace su elección de voto, después de todo este estropicio que va saliendo a la luz, esperando que los políticos le arreglaran su economía; con gente que cree que todos los problemas vienen de los inmigrantes, porque los españoles lo hacen todos bien… pero a estos les quiero dedicar una columna del odio completa, que creo que lo merecen.



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