3 de mayo de 2008

La Columna del Odio: Tutorías

Creo que no es el primer artículo que dedico a este execrable fenómeno natural que me entretiene cual anfiteatro romano.
Juro por los cielos que si en cuarto me dan a elegir Estudio y Tutoría, lo haré. Lo elegiré porque es lo único que le da sentido a mi existencia.
El caso de la clase contra el sujeto C continúa, y ahora ya toma dimensiones cada vez más rocambolescas y extravagantes.
Ya que, si bien dedicar una tutoría (otra) a resolver este conflicto hace pensar en una muestra de buena fe por parte del tutor, también hace pensar en narices enrojecidas, pechos flemosos y voces nasales de tanto intentar hablar con la nariz taponada, de pensamientos enfermizos y palabras idiotas.
La ofensa, poco más o menos, sería la siguiente: el sujeto M', en un arrebato de ira, decidió presuntamente robarle algo al sujeto C. Éste, enfadado, pidió que se lo devolviese, y ante la reiterada negación del acto por parte del sujeto M', quien, defendiendo su inocencia, comenzó a gritar a los cuatro vientos que siempre le echaban las culpas a ella.
En ese momento, aprovechando el caos general, un sujeto de, digamos, generosas protuberancias mamarias (y escotes que, en ese símil, rozan a la Madre Teresa) y una contribución poco saludable al Calentamiento Global, decide decir que a ella también le robaron una goma, y que como la que se lo robó es su amiga, no pasa nada. Porque, claro, como tienen mucha confianza se lo puede robar. Porque no sería robar, sería coger prestado. Y que no pasaba lo mismo con otras personas (se levanta y señala al ala derecha de nuestra clase {ese ala en el que se dan esos repentinos cambios de phyles, entre canis y neo-hippies}, sin dejar de exclamar que le robaron no sé qué).
Cuando decide sentarse (todo el mundo la mira, pero no por su pelo pajizo {en la textura}), el tutor se da cuenta de que esto no puede seguri así, y decide usar su voz de bajo para acallar los ánimos.
Como era de esperar, si alguna vez llegan a callarse, todo vuelve a comenzar. Sus cerebros no entienden (o deciden no entender), haciendo alarde del más puro estilo de mi tío (que, creo, está en mi sofá viendo una película de porno alemán, conmigo en la habitación de enfrente, ahora invitado en esta casa), y vuelven a discutir.
En ese momento, alardeando de una madurez sobrehumana, una de las neo-hippies dice que todo esto le parece una tontería, porque, mem, somos lo suficientemente maduros para guardar nuestras cosas.
Reprimo una carcajada nerviosa, me muerdo el labio para no caerme al suelo y comenzar a reír como un poseso, ya que, si, en efecto, fuésemos lo suficientemente maduros, todo esto no haría falta, y podríamos habernos dedicado a hablar de cosas realmente importantes, como quemar a los sujetos M' y C en una pira mientras chillan como los cerdos que fueron en reencarnaciones pasadas.
En efecto, la gente que me rodea tiene tan pocas cualidades que haría más relatando mis males a las piedras, pues aunque éstas no me responderían, son de mejor calaña que esa gente. Una piedra guarda silencio y no puede ofender a la inteligencia. Mientras que esa gente, con sus lenguas, condenan a muerte a los pensamientos más brillantes, acallando sus mentes y cubriéndolas de hormigón, como Tchernóbil (de cuyo reactor debieron salir sus infectos cerebros).
En fin, que tendré suerte si eso no viene a poblar mis pesadillas esta noche.

3 comentarios:

Xu dijo...

El maravilloso mundo de las tutorías.

Como tutor antes que una hora de tutoría prefiero un paseo descalzo por un gulag.

Sin embargo en días en los que desaparecen gomas y se roban lápices, (fechorías dignas del cerebro del asalto al tren de Glasgow) el tutor se siente afortunado ya que piensa, "al fin, una gilipollez con la que pasar el rato con estos lerdos"

Unknown dijo...

Sí...
yo, cada tutoría, me divierto escuchando estas conversaciones... se puede aprender mucho, la verdad (si tienes un cerebro del tamaño de la boquilla de un oboe...).

La Mediana dijo...

Tus hormonas te delatan chaval.....