12 de septiembre de 2008

Tutor III

Pero como la diversión no tiene fin al día siguiente hay Claustro.
El Claustro ha sido de lo más movido y desde luego nada corriente
Empieza con una presentación del equipo directivo y luego sigue con la no votación del acta del claustro anterior porque tienen prisa (ya se hará otro día… claro que sí es una gente campechana sin formalismos).
Se pasa como tema estrella a la nueva normativa de expulsiones y amonestaciones, ya tengo un mal pálpito, no mola que este sea el primer tema del punto del día. De la nueva normativa, que a mí me parece de lo más razonable, deduzco que si antes no se hacía así debían tener muchos problemas. Efectivamente empieza a brotar la mierda, pero a brotar como en Gigante cuando descubre el petróleo, y me salpica como a James Dean. Un par de exaltados atacan al equipo directivo y poco menos que los tildan de ineptos, otros le defienden alegando que no se puede hacer nada, a lo que el sector crítico acertadamente responde que si no se puede hacer nada, dejemos de tener estos interminables claustros y se organicen rezos comunitarios del Rosario. No puedo evitar reírme, pero noto que soy el único. Como conozco a la gente, disimulo la risa y miro al que está sentado junto a mí con cara de reprobación.
Durante casi dos horas se tiran los trastos a la cabeza, básicamente por la mierda de alumnos que tienen, que parece ser que son más mierda que alumnos y que puede que ni como jabón puedan contribuir a la sociedad. Sale a relucir una lista de nombres con algunas de los buques insignia de lo quillaco, al parecer macarras doctorados, jóvenes promesas de la delincuencia, algún rookie incluso a debutado en las mayor league, a los que todos conocen. Rezo para que no hagan 3 o 4 ESO y estén en lo que ellos llaman el "grupo taller".
La conclusión es que más de la mitad de los alumnos se han marchado del instituto gracias a la fama que ahora tiene el instituto, y la mitad del claustro culpa a la ineptitud de la directiva y la otra mitad dice que no se podía hacer nada.
La otra hora se pierde en algo más típico, decidir los días de fiesta. No puedo evitar recordar con pena los aburridos claustros de mi antiguo instituto, que versaban sobre las tareas a realizar y no todo lo que no se puede hacer por culpa del alumnado.

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