25 de enero de 2010

Diálogos del metro, querer o no querer

Buenas,

Aprovechando un rato de descanso empiezo mi particular "columna del odio", aunque me cueste más que a otros compañeros manifestar esa sensación que tan a menudo nos invade.

Bien, el tema es que con la condición de padre ya bien asentada he cambiado bastante los horarios para ir a la UIB, y muchos días cojo el metro a horas poco frecuentes, como media tarde o pasadas las 9 de la noche. Y ahí es donde aparece destacada una fauna que no se puede apreciar en su plenitud en las horas de máxima afluencia, donde se diluye entre la marea humana. En fin, que a esas horas el metro va casi vacío, con media docena de personas en cada vagón, lo que te permite ser partícipe de conversaciones privadas, con sus consecuencias.

Para aumentar más la sensación de soledad, buena parte de estos compañeros de viaje pertenecen a las subespecies más propensas a generar odio, como son estudiantes de letras, jóvenes "nini" que se van de farra o amas de casa con ganas de cháchara. En fin, cada cierto tiempo tengo ocasión de comprobar que este mundo es injusto (como es posible la existencia de estos especímenes) y de que la superpoblación podría tener soluciones.

Os dejo como ejemplo la anécdota de un viernes tarde: dos chicas de unos 15 años se suben en Son Sardina para ir al centro a reunirse con otros miembros de su casta. Me ahorro la descripción, basta decir que llevan las uñas de color chillón y la melena hasta la cintura con mechas. Yo estaba atento a mi portátil y no prestaba demasiada atención, pero este tramo de la conversación no tiene desperdicio.

Se habían sentado mirándose la una a la otra con los pies en el asiento, y al llegar a la siguiente estación casi se caen al frenar el metro. Entonces una le dice a la otra entre risas (más o menos, no recuerdo todo palabra por palabra):

- Mira tía, esto es lo que decía la profe el otro día. Es como cuando vas en un coche y frenas, y parece que te quieres ir hacia delante contra el cristal.

- Ah, pues serás tu, tía, cuando a mi me pasa yo no me quiero ir del asiento.

La chica que iba en frente de ellas (universitaria) soltó una carcajada y yo me tuve que abstener a duras penas. Además la pose y el tono de voz no se pueden reproducir, lo dijo como ofendida, en plan "yo no quiero que me pase, serás tu la que quiere irse para adelante porque eres un poco masoca". Creo que mi alma de físico se rebulló un poco contra esto, y debieron ver la cara que puse, porque se dejaron de risas tontas y se callaron un ratito.

En fin, intentaré ir escribiendo otras perlas que se escuchan en estos casos, que desde que volví de Scotchland he estado vagueando por el blog.

Saludos a todos.

No hay comentarios: