2 de febrero de 2008

La Columna del Odio: Practicantes

Alguien dijo una vez que había algo casi peor que el Ganado, y eran los Pastores.
No todos los Pastores, por supuesto. Nos referimos a los Pastores por vocación.
Pero dentro de esta subespecie del ser humano, de este sótano de la humanidad, existen pozos más profundos de mayor degradación.
Los Practicantes, así se denomina comunmente a los seres que habitan estos pozos oscuros.
Como con los Pastores, hay algunos que se salvan de esta clasificación, pero esta Columna va dedicada a dos Practicantes que tenemos, de Tecnología y de Lengua Castellana. La de la mente psicótica y el caniche, respectívamente.
Estos dos sujetos no sólo no se salvan de caer en esos pozos, sino que son unos agujeros negros que tragan toda la buena voluntad que aún pueda restar allí dentro.
Hablemos del primer sujeto. Mezcla una clase de neardentales y una tía con evidentes problemas mentales, respaldada por el profesor de Tecnología, contra el cual no tengo nada que decir (ya que el muy cabrón es capaz de enterarse de lo que escribo...) y tendrás una mente atormentada como la mía. Y esa energía contenida (sé que a Lluc le gustaría que la denominasen 'energia potencial', sí, en catalán y todo, pero como no está leyendo ésto...) da la impresión de que explotará en una orgía visceral de las que me gusta... perpetuar, mas no sufrir. Ese temor se ve aumentado por sus ojos, es el tipo de persona de la cual no puedes saber en qué está pensando, ni siquiera preguntándoselo. Claro, que nadie lo haría, ya que corres el riesgo de que se gire y diga 'en ti'. Uno no puede saber a quién mira, es imposible, lo cual le da un aspecto muy amenazador.
Sí, es bizca.
El segundo sujeto, el caniche, no es tan amenazador. Si bien no quiero decir que su historial psicológico sea normal, pues no lo parece. Es el tipo de persona que uno espera ver en un acto del Día de la Paz, y gritándole poco después a cualquier persona. Tan angelical, tan buena gente, que da miedo. Uno tiene la sensación de que su frágil mente va a estallar en un millón de pedacitos, y a nadie le gusta que le salpiquen encima. Esto se puede apreciar en sus reacciones aparentemente tranquilas ante el grotesco espectáculo que supone mi clase, con el sujeto M (que no M', M es varón) enseñando un piercing que se ha hecho en el pezón, y M' haciendo gala de su incontrolado sentido de la gilipollez, haciendo comentarios ingeniosos tales como que si no estudiábamos perjudicaba a los profesores, y el sujeto C haciendo de chimpancé, que es, seguramente, lo único que sabe hacer.
Esos hervideros de orcos en que se han convertido los pozos de nuevos profesores son una amenaza...
Habrá que incinerar...

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