4 de diciembre de 2007

La Insoportable levedad del ser... Tomás

Y bien, inauguro esta sección sobre mi vida. El título lo saqué de un libro que me leí, lectura que os recomiendo.
Hablaré de mi tío.

Lo sé, es la segunda vez que escribo sobre mi tío, pero puede llegar a sacar a uno de sus casillas.
Y de muchas formas distintas.
Y es serio.
Bien, resulta que mi tío ha venido a pasar unos días a mi casa, eso, es principio, no es odioso.
Puede ser hasta divertido.
Pero mi tío no entiende de informática, y eso, también puede ser divertido (aunque entonces ya no nos reímos con él).
El problema es que pregunta. Pregunta mucho.
Y me cuesta dormirme. Normalmente me paso una media hora intentando dormirme.
Pues bien, hace unos días yo me acosté. Ese día me era más difícil que de costumbre conciliar el sueño. Y entré en el umbral del sueño, ese momento en el que a uno se le confunden los pensamientos.
A veces me divierto entrando en ese umbral. Me divierte comprobar como cambio de un pensamiento a otro sin nada que ver. Un día, por ejemplo, sin venir a cuento con lo que pensaba, pensé en una barrera que se cerraba y en House (y no, no estoy loco, son esos jodidos psiquiatras, que creen que saben más que yo, pero ya les daré su merecido, sí, mi tesoro).
Pues bien, estaba yo pasando de ese umbral al sueño. Al auténtico sueño. Oía lo que pasaba a mí alrededor, pero de forma lejana. Estaba todo más oscuro.
Mi gata ronroneaba encima mía. Me dormía.
Barrera que se cierra. Gregory House.
Tiene lógica.
Inteligencia militar.
Tiene lógica.
¡Sobrinoooooooooooooooooooooooooooooooo!
No, no tiene lógica. Ni gracia, no tiene una mierda.
¡Sobrinoooooooooooooooo!
Esto comienza a ser siniestro, incluso lo oigo. El sueño, que llevo casi una hora intentando conciliar, se aleja, yo intento correr hacia él, pero es casi tan inútil como el señor Hugo Chávez...
Por mi mente pasa la imagen de campos de concentración, genocidio, homicidio y, basicamente, casi todas las palabras teminadas en -cidio, pasan por mi mente.
Abro los ojos. Está oscuro. Me giro.
Allí está. Me mira.
-Oye, ¿cómo se puede poner música en el ordenador?
¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?
No, no sólo me ha despertado. Ha insultado mi inteligencia.
Me ha despertado, y no me ha preguntado nada importante. No me ha preguntado cómo dibujar la bisectriz de un ángulo cuyo vértice no se encuentra en el papel. No me ha preguntado que le recomiende ningún libro.
Me ha preguntado cómo poner música en el ordenador.
Me levanto, camino dormido hasta el estudio. Le pongo música. Me acuesto, e intento dormir.
Me he desvelado.
No puedo dormir. Me cuesta.
¿Habéis leído 'En el Insomnio', de Virgilio Piñera?
Pues algo así.
Consigo llegar al umbral tras un cuarto de hora.
Me duermo, me duermo.
¡Sobrinooooooooooooooooooooo!
No lo oigo.
No lo estoy oyendo.
No es posible ser tan cabrón.
Por desgracia, sí lo es.
Esta vez no me levanto.
Que se joda.

2 comentarios:

Unknown dijo...

"Y entré en el umbral del sueño, ese momento en el que a uno se le confunden los pensamientos"
Si esa es la definición, no te preocupes, por tus posts se entiende que estás en ese estado la mayor parte del día.

Unknown dijo...

Sí, en eso tienes razón, como siempre.
Lo del umbral lo saqué del libro de la Insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.
Y bien, voy a estudiar.
O a cenar.
O a ducharme.
No se me confunden los pensamientos, aparecen, yo mismo los confundo, porque me aburro.
Quiero un plato de tortellini.