1 de diciembre de 2007

Música balcánica

Hoy es sábado 1 de diciembre de 2007 (21 de Kislev de 5768). Y como sábado 1 de diciembre de 2007, me he visto en la obligación moral de acudir al concierto de música balcánica en la fundación la Caixa.
Comenzaremos, en un alarde de originalidad, por el principio. Quedamos a las 9:40 de la mañana en la Plaza España y, por lo tanto, no podía dar mi pasado matutino semanal con Shasha, Aquél a quién no nombramos. Entonces le llamé para comunicarle tan triste noticia y me dijo, entre sollozos, que podíamos vernos a las 9:30, a lo cual accedí temiendo por la integridad psicológica de Shasha.
A las 9:10 salí de mi hogar, encomendándome a Mitra para que me guardase de Él. Llegué a la Plaza España con el corazón en un puño, un nudo en la garganta y la seguridad de que, en cualquier momento, iba a divisar a un hombre encorvado con un boina en la cabeza. Y en efecto, lo divisé.
Estuvo simpático. Comenzó a hablarme de métodos de higiene, lo cua, en lo más profundo de mi ser, despertó una pequeña desconfianza respecto a us intenciones. Tras decirme que había que sonarse la nariz cada mañana, intercalar algo sobre políticos catalanes que no entendí muy bien, y continuar hablando sobre higiene, vimos una negra figura en el horizonte.
Bien, yo soy miope, y no suelo llevar gafas por la calle. ¿Es un Nazgûl? ¿Un cuervo? ¿Un barril de crudo? No, la respuesta a la identidad de ese cuerpo de extraños andares vestido de negro no era tan romántica, era, simplemente, mi humilde progenitora. Bueno, yo la llamo mamita, cuando quiero un bocadillito.
Y, aun siendo miope, pude apreciar el terror que su cara desprendía al ver la figura de El Patriarca, Shasha.
Estuvimos esperando al Fiscal y compañía, que se retrasaron (no quiero ponerlo mucho a parir porque en este preciso instante estoy en su casa, y soy consciente de que tiene katanas, dagas mongolas, pistolas de balines, y plátanos, y sabe cómo usarlos). Dijeron, por supuesto, que era culpa del tren, pero yo no me lo creía, por esa maldita sonrisita Coronado que nos hace parecer culpablles siempre, y además, no dudaba de que los tío de los trenes eran más responsables que el Fiscal.
Haremos un inciso para recordar que esta puede seer la última entrada que escriba en este blog. '¡Qué bien!', diréis. Cuando el sábado acabe, y entremos en domigno, mi primo será libre de ajusticiarme.
Pero bueno, es igual, he vivido plenamente (y sí, quien no se consuela es porque no quiere).
Comenzamos la marcha hacia el Gran Hotel, una marcha no del todo tranquila, pues a cada esquina que doblábamos nos asaltaba el temor, el horrible temor de que mi madre pudiese encontrarse con alguien que conociese. Al final, sabíamos que podía pasar, sucedió, pero gracias a Alá, que la dotó de un inusitado sentido de la emergencia, fue parca en palabras.
Shasha nos dejó en ese mismo instante.
Y llegamos al Hotel.

Tras meditar varios planes de acción que pasaban por dormir a la azafata y matar a cualquier persona que se nos pusiese en NUESTRO camino con la idea de impedir NUESTRA marcha para conseguir NUESTROS sitios. Como supondréis, habíamos entrado en esa famosa furia berserker propia de los Coronado.
Gracias a Dios que nos dejaron entrar pronto, porque éramos (y somos) capaces de asaltar el sótano.
Esa es otra, el concierto se celebró en el sótano, claro que menudo sótano.
Ni que decir tiene que el Fiscal ya parecía un niño pequeño, fijándose en todo, como si fuese la pimera vez que lo veía.
Estaba vacío, éramos los primeros.
El Fiscal insistió en que nos sentásemos delante, claro, que luego lo pensó mejor y decidió o hacer el ridículo poniéndose a bailar en medio del escenario, y les dejó ese placer a unidades de carbono más simples (véase: críos).
Nos sentamos en la tercera fila, creo. Todo se llena de niños y por un momento tememos que esos entes claramente inferiores fuesen capaces de arruinarnos la fiesta, pero el Fiscal tiene soluciones para todo. Nada más entrar nos dijo que debíamos arrancarle las cuerdas vocales al primer criajo que viésemos pasarse del tono permitido y que lo colgásemos del jersei en medio del escenario para futuros entes que decidiesen hacer uso de sus capacidades fonatorias.
De repente, se oye el sonido de una tormenta y se ven gotas de agua proyectadas en una pantalla. No, el Gran Hotel, a pesar de sus años, no tiene goteras. Ni llueve. Es parte de la escenografía.
En seguida vemos la image proyectada de una especie de Curro Jiménez con sombrero que parece sufrir la tormenta. Y, sin comerlo ni beberlo, por arte de magia, se hace con un violín y empieza a tocar.
Sale de la pantalla (bueno, en las circunstancias en las que estaba no podría afirmar si era cierto o un montaje) y toca.
De repente aparecen en la pantalla tres colgados con instrumentos. Uno lleva un contrabajo, el otro una guitarra, y el último un sa y un laúd.Saen de la pantalla, con la misma pinta de colgados.
Luego uno aparece con bicicleta por algún lugar de nuestra retaguardia, y comenzamos a temernos que sea una emboscada organizada por los tíos de la Caixa para sacarnos más dinero.
Empiezan a tocar todos juntos y, de repente, se ve la sombra de una mujer que canta.
La mujer sale, vestida de blanco y lo que parece un bebé en los brazos.
La primera imagen que se me viene a la cabeza es la de Lucy Westenra, en la película de Cóppola, con el niño en sus brazos.
Resulta que lo que lleva en los brazos es una manta con una flor. Así que estaba intentando dormir una flor. Es muy friki.
Casi tanto como el nombre del grupo.
El grupo se llama llos Moussakis y, ese nombre, se lo pusieron tras zamparse una buena moussaka. No había visto tal alarde de frikismo desde que leí la formación del reino del Ponto, por parte de Mitríades alias 'el Patxi', y sus seis amigotes vascos, Joseba, Chema, Chechu, Andoni, Josujon y jose Mari; que se fueron a la costa sur del Mar Negro y se proclamaron reyes, lo cuál nos da una idea de la bondad de las gentes de la región.
Pero bueno, a lo que íbamos. La actuación fue hermosísima. La integridad física de algunos de los críos peligró en varios momentos, pero todos consiguieron volver a sus hogares enteritos.
El Fiscal vio con envidia como unas niñas de unos tres años bailaban de una manera bastante extraña la música de los Balcanes.
Tocaron la canción del rey David, y la de Im Nin'alu, una versión bastante bonita, con el violinista, Bane, bailando con el violín y creyéndose en una discoteca.
Nos hicieron cantar una canción en serbo-croata. Bueno, los números en serbo-croata, que estaban apuntados en una manta que la cantante israelí usó para torear a Bane.

Cuando el concierto terminó nos quedamos a las puertas del Gran Hotel decidiendo si entrar y asaltar por la fuerza el edificio para conseguir las firmas de los músicos.
Vimos salir al contrabajista y lo asaltamos para que nos firmara. El pobre hombre firmó y volvió a meterse dentro del edificio, obviamente demasiado asustado como para salir a la calle, y seguramente fue a avisar a sus compañeros del peligro que corrían. El violinista, el tíodel laúd y la cantante se atrincheraron en su camerino, mientras el resto del grupo quedó expuesto en la cafetería a nuestro ataque. Y atacamos.
Luego perseguimos a los miembros del grupo por el Gran Hotel para conseguir su firma, su alma, su respeto y, quizá también, su miedo.
Conseguimos las firmas y el miedo.

Para visitar el my space de tan magno grupo de música, debéis presionar el link, si vuestros primitivos cerebros, dotados de funciones más básicas que las de un bacilo de Koch os lo permiten. http://www.myspace.com/losmoussakis

Shallom alleykhem!

सिर थॉमस मलोरी

PD para los miembros de tan selecto blog: quizá no hayáis podido venir por tener en este mismo día unos cuantos genocidios, pero por eso escribo estas crónicas, para que no os libréis de escucharme despotricar de la gente.

3 comentarios:

Xu dijo...

Qué lástima!! me lo tuve que perder por que tenía que... tenía que... eso, tenía que hacer eso.

Unknown dijo...

Ya, ya, eso dicen todos.
Pero, bah!, vosotros os lo perdéis.

Anónimo dijo...

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