5 de septiembre de 2005

Que maravillosa es la ciencia II

La CEA (*) estimuló a los estadounidenses a celebrar los inauditos estampidos en el desierto, que se sucedían al promedio de uno (en ocasiones cuatro al mes). Aquella demostración del poder del átomo se convirtió en consoladora confirmación de la grandeza nacional en un momento peligroso de la historia del mundo. Poca atención se prestó a que era fuente en potencia de males; «lluvia radiactiva» no representaba aún una expresión pecaminosa en el programa estadounidense de pruebas. Para quienes vivían en Nevada y Utah las bombas ofrecían un espectáculo maraviIloso Los jefes de familia llevaban al amanecer a sus hijos al monte más inmediato para que contemplasen la ondeante nube, en forma de hongo, en su ascenso hacia el firmamento «Buenos estampidos y tan bonitos al despuntar el sol» recordó un residente de Las Vegas. Pronto desapareció el temor de que el rojizo nubarrón de partículas de peligroso polvo perjudicase el floreciente juego y el trafico de divorcios de la ciudad, y, en el fondo los experimentos con las bombas contribuyeron a valorar su imagen: Las Vegas era un lugar en que se premiaba el riesgo y se transformó en un deporte favorito la espera para ver como las ondas expansivas reventaban a menudo los vidrios de los balcones y ventanas ciudadanos.
Los observadores aprendieron que la cancelación de los vuelos entre Las Vegas y Reno, ruta que sobrevolaba el centro de pruebas, era indicio cierto de que estaba a punto de efectuarse una de ellas En tales días los casinos estaban abarrotados hasta el alba y llegaba incluso gente de Los Ángeles para la «fiesta». Cuando la bomba era pequeña y los vidrios permanecían intactos los habitantes de Las Vegas se quejaban enfadados.

Bombas mas potentes, eso es lo que esperamos (declaró el propietario de una sala nocturna en l952). Los estadounidenses tienen derecho a placeres emocionantes.



(*) C.E.A.: Comisión de Energía Atómica de EE.UU.

1 comentario:

La Mediana dijo...

Placeres emocionantes¡¡¡.... que se lo digan a los de Nueva Orleans